jueves, 16 de octubre de 2014

Sanando a nuestro niño interior





Amar al niño interior.

Si no puedes intimar con otras personas, es porque no sabes cómo intimar con tu propio niño interior. 
El pequeño que hay dentro de ti está dolido y asustado. 
Ayuda y acompaña a tu niño.

Uno de los asuntos más importantes que necesitamos comenzar a abordar es la curación del olvidado niño interior.

 Muchos de nosotros nos hemos pasado demasiado tiempo sin hacer caso de nuestro propio niño interior.

Tengas la edad que tengas, hay en tu interior un pequeño que necesita amor y aceptación. Si eres una mujer, por muy independiente que seas, tienes en tu interior a una niña muy vulnerable que necesita ayuda;
 si eres un hombre, por muy maduro que seas, llevas de todas formas un niño dentro que tiene hambre de calor y afecto. 

Cada edad que has vivido está dentro de ti, 
dentro de tu conciencia y de tu memoria.

 Cuando éramos niños y las cosas iban mal, solíamos pensar que algo no funcionaba bien 
en nosotros,
 que teníamos algo malo dentro. 

Los niños piensan que si pudieran hacer las
 cosas bien, 
sus padres (o quien sea) les amarían y no les castigarían ni les pegarían.

Así pues, siempre que el niño o la niña desea algo y no lo obtiene, 
piensa: 

"No valgo lo suficiente"
 "Soy anormal, un retrasado"
"No sirvo para nada"
"Soy un inútil"

 Entonces, cuando nos hacemos mayores rechazamos ciertas partes de nosotros mismos.

A estas alturas de nuestra vida, ahora mismo, 
es necesario que empecemos a hacernos íntegros y a aceptar 
cada parte nuestra: 

la que hacía el tonto, la que se divertía, la que se asustaba, la que era estúpida y boba, la que llevaba la cara sucia. 

Todas y cada una de nuestras partes.


Creo que por lo general nos desconectamos y nos cerramos, alrededor de los cinco años. 

Tomamos esa decisión porque pensamos que algo no funciona bien en nosotros y ya no queremos tener nada que ver con ese niño o niña que somos.

También llevamos a nuestros padres dentro. 

Tenemos en nuestro interior al niño
 y a sus padres. 
La mayor parte del tiempo el padre (o la madre) reprende al niño, casi sin parar.
 Si prestas atención a tu diálogo interno, podrás oír el sermón. 
Podrás escuchar cómo papá o mamá le dice al niño que está haciendo algo mal o que no sirve para nada.


Lógicamente, entonces comenzamos una guerra con nosotros mismos; 
empezamos a criticarnos de la misma forma
 en que éramos criticados: 

"Eres un estúpido" 
 "No sirves para nada" 
 "Otra vez la has fastidiado"
"Eres un Yuyo malo"
"Quedate quieta"
"Eres mala y tu hermano bueno"

 Se convierte en costumbre. 

Cuando nos hacemos adultos, la mayoría de nosotros no hacemos el menor caso de nuestro niño interior 
o lo criticamos igual como nos criticaban a nosotros. 
y continuamos con ese diálogo interno 
una y otra vez
y que tanto mal nos hace emocionalmente.

Louise  L. Hay

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