“Con amor,
solo con amor, no basta. Tiene que estar
en orden”
Bert
Hellinger
Me voy a
referir a la segunda ley del Orden que menciona Bert Hellinger:
LEY DE PREVALENCIA que habla de la jerarquía en función del orden de llegada al sistema familiar.
LEY DE PREVALENCIA que habla de la jerarquía en función del orden de llegada al sistema familiar.
Dice Hellinger: lo que ayuda a alcanzar la felicidad, es que cada cual esté en el lugar que
le corresponde.
Es una
sencilla ley que dice que el primero que llega al sistema,
prevalece sobre los demás.
¿Esto
qué significa?
Que
en orden jerárquico, primero prevalecen los abuelos, luego los padres, y luego
los hijos, por orden de llegada, incluyendo a los no nacidos.
Cuando
alguien se coloca en el lugar de otro miembro del sistema, se producen graves
perturbaciones.
Por
ejemplo: los hijos que les dicen a los
padres lo que tienen que hacer. Ellos se
están colocando en el lugar de padres de sus padres. “Papá, no tomes esto, que te sienta mal”. “Mamá, dile a mi hermano que haga esto”.
Cuando
nuestros padres se hacen mayores, tenemos la tendencia a pensar que nosotros
somos más modernos, estamos más capacitados para entender más cosas que ellos,
pensamos que “chochean”.
No tenemos
en cuenta que ellos estuvieron en la vida antes que nosotros, y que se
desenvolvieron frente a muchos problemas, y subestimamos su experiencia.
Otro
ejemplo. No decir a un padre enfermo su
diagnóstico real. Es negarle la
posibilidad de que se reconcilie con su existencia. Pensamos que se va a deprimir, y no somos
conscientes de que podemos estar abortando una toma de consciencia de esta
persona.
Todo el
mundo tiene derecho a saber lo que tiene, a lo mejor su reacción nos sorprende.
Entre
hermanos:
que un
hermano menor le diga a otro mayor lo que tiene que hacer.
Otro
ejemplo, en el caso del fallecimiento de la madre, una de las hijas asuma las
obligaciones y responsabilidades de esta madre.
Esto deja
en muy mal lugar al padre, porque no deja sitio disponible para otra relación
con una mujer.
Y para la
hija, la coloca en un lugar de falta de disponibilidad para otros hombres,
porque de alguna manera “se ha casado con su padre”.
Estar más
pendientes de las necesidades de nuestros padres, es dejar de atender a nuestra
propia familia.
Por
supuesto todos estos sitios que ocupamos que no son nuestros lo hacemos “por el
bien del otro”, y según nuestra propia percepción de la realidad.
Pero lo
único que conseguimos es generar multitud de tensiones entre los miembros de la
familia, y en nosotros mismos, porque no ocupamos nuestro lugar real: el de
hijo, el de padre, el de madre.
Otro error
muy frecuente que se observa es pensar que los padres debemos ser “amigos” de
nuestros hijos.
Los padres
son siempre jerárquica mente SUPERIORES a los hijos, si nos colocamos en un
plano de igualdad, el de amigos, estamos rebajando nuestra posición de poder y
debilitando a nuestros hijos.
Los amigos
ya los elegirán ellos, nosotros tenemos la función de educar, mantener, y
proteger, y eso no lo hacen los amigos.
Otro error
común es el de no mirar a nuestra pareja como un igual.
Siempre le
estamos diciendo lo que tiene que hacer, como hacerlo, incluso le sugerimos
terapia. Nos colocamos como madres, no
como esposas, o como padres. Nuestra
pareja es nuestra igual, porque llegamos ambos al mismo tiempo a ese vínculo. Hacer otro papel, no respetar su esencia, su
libertad para gestionarse a sí mismo, nos debilita a nosotros, les debilita a
ellos, que se ven minusvalorados, y debilita el vínculo.
Otro
desajuste que debilita a las parejas es anteponer los hijos al marido: “quiero
más a mis hijos que a mi marido”, ya que la pareja llegó en primer lugar, y se
la excluye, y a los hijos se les coloca en el lugar jerárquico del padre o de
la madre.
Ellos
aprenderán a vincularse con sus parejas de manera equivocada, pues si cargamos
a los hijos el afecto que no somos capaces de darle a sus padres, ellos están
llevando algo que no les corresponde, y en un futuro demandarán a sus parejas
que les de lo que su padre o su madre le daba… serán futuros niños y niñas de
papá o mamá.
Podría
citar innumerables ejemplos de desorden jerárquico, cotidianos, que empiezan en
el ámbito familiar de origen, y que luego trasladamos a todos los demás campos
de nuestra vida.
Es muy
importante para uno mismo empezar a pensar si estamos ocupando el lugar que nos
corresponde.
Probablemente
podamos empezar a entender porque no nos salen las cosas como queremos. Porque
estamos en el lugar equivocado, y perdemos fuerza.
Fuente: Marta P. Victorio Martínez
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