Jack el
Destripador
Rastro genético por ADN
Según los expertos en análisis de ADN consultados por ABC,
no hay razones para desconfiar de las pruebas que han revelado al fin la
identidad del asesino
Finales de agosto de 1888.
La noche ya ha llegado al pobre y mugriento barrio de Whitechapel(en
Londres) cuando dos personas se escabullen por una pequeña calle que apenas es
perceptible sin la luz de un candil.
Una de ellas, una prostituta de 45 años llamada Mary
Ann Nichols.
La otra es su presunto cliente, un sujeto cuya identidad
ha permanecido oculta durante más de un siglo.
Segundos después, el que parecía simplemente otro tipo con
ganas de dar rienda suelta a sus más bajos instintos
saca un cuchillo y corta el cuello a la meretriz.
Lo que le hace a su cadáver es aún peor, pues, tras un
severo tajo, le saca las entrañas del vientre.
Se acaba de producir el primer crimen de los cinco que,
oficialmente y tras una investigación que duró meses, fueron atribuidos a Jack
el Destripador, un criminal que nunca fue atrapado y que ha pasado a la
historia por haber conseguido escapar de las autoridades británicas sin que
fuera descubierta su identidad.
Desde ese momento, las fichas policiales se llenaron de
cientos de sospechosos y las comisarías de los criminólogos más
reconocidos de
la época.
Pero no sirvió de nada, pues el asesino había
ocultado sus huellas demasiado bien.
No obstante, las pesquisas para poner a este psicópata
nombre y apellidos dieron un vuelco hace apenas unas semanas cuando el
escritor Russell Edwards
publicó
un libro en el que afirmaba que, mediante unas
pruebas de ADN realizadas
a una prenda de vestir
en contacto con el asesino había
conseguido
desenmascararle.
Desde ese momento, las críticas sobre dichos test han sido
constantes.
Sin embargo, los expertos en este tipo de análisis con los
que ha contactado ABC son tajantes: es perfectamente posible encontrar restos
genéticos en ropa de hace más de un siglo si se dan unas condiciones
determinadas.
A principios de septiembre, Edwards –un apasionado de la
criminología y detective aficionado en sus ratos libres- informó que, su libro
«Naming Jack the Ripper» («Identificando a Jack el Destripador») no
tardaría en ver la luz.
No obstante, lo que en un principio parecía la mera
publicación del enésimo texto sobre este asesino en serie, terminó
convirtiéndose en todo un acontecimiento al conocerse que, en él, el británico
afirmaba que había resuelto uno de los misterios más reseñables de la historia: la
identidad de Jack el Destripador.
Para desvelar la eterna pregunta, este escritor había
conseguido hacerse, en una subasta, con una prenda de vestir (un chal) que había
llevado puesto presuntamente una de las víctimas de este psicópata durante
sus últimos momentos de vida.
Al parecer, y siempre según la versión de Edwards, la
prueba fue recogida de la escena del crimen por un agente de policía, quien se
lo ofreció a su mujer como regalo.
Pero, según señala el escritor, la esposa no quiso
«disfrutar» de este presente debido a que estaba manchado de sangre,
por lo que se limitó a guardarlo en lo más profundo de un baúl.
El chal fue pasando a partir de ese día de generación en
generación hasta que, en 2007, Edwards lo adquirió en una subasta a
cambio de un considerable desembolso económico.
Intrigado, y suponiendo que la prenda podía contener
restos biológicos del asesino, el escritor envió la prenda a un laboratorio
para que investigaran los posibles restos biológicos que pudieran
encontrarse en él.
La respuesta no pudo ser más satisfactoria: la prueba no
se había lavado nunca y contenía sangre y semen de Jack el Destripador.
Tras extraer una muestra de ADN, ésta se cotejó con la de
varios descendientes de la gran lista de sospechosos de 1888 guardada por la
policía inglesa.
Casi de forma increíble, se halló una coincidencia
genética con Aaron Kosminski, un joven polaco de 23 años que, por
entonces, fue acusado durante la investigación realizada en el siglo XIX, pero
que, finalmente, quedó libre debido a la escasez de pruebas.
Pero, ¿en qué consiste realmente una prueba de ADN
como la que se le practicó a este chal?
Según afirma a ABC la doctora Amaya Gorostiza (Gerente de
Genética Forense en el Laboratorio de Identificación Genética de «GENOMICA
S.A.U.» -Grupo Zeltia-) es una comparación de, como mínimo, dos muestras
genéticas con el objetico de determinar si existe entre ambas una coincidencia
o una relación de parentesco.
Para lograr este objetivo, se debe seguir un protocolo que
consta de tres partes: extracción, amplificación y análisis.
«La parte de análisis de las muestras consiste en los
procesos de laboratorio que nos permiten obtener el ADN de las células que se
encuentran en los fluidos y restos orgánicos del cuerpo humano», destaca la
experta.
A continuación, dicha muestra se «amplifica» para que
pueda analizarse.
«Este ADN extraído en su cantidad natural es insuficiente
para su análisis, por lo que es necesario incrementar el número de
copias con el fin de poder visualizarlo.
La parte del análisis es la última del proceso y permite
visualizar y establecer las variantes de los marcadores analizados para cada
una de las muestras», añade Gorostiza.
Estas pequeñas porciones de ADN suelen ser de tres tipos
diferentes:
1- «huella
o perfil genético» o
identificación individual
2- ADN
mitocondrial o línea materna
3- «cromosoma Y» a través de análisis línea
paterna
Además pueden hacerse otros análisis que nos den
información del aspecto físico de la persona o de su origen geográfico», señala
la experta a este periódico.
En cualquier caso, y como determina Gorostiza, estos
«marcadores genéticos» sólo permiten relacionar a dos sujetos y señalar
si son parientes, pero tienen sus limitaciones: «Asocian a los individuos por parentesco por
vía materna o paterna, pero no nos dicen la relación exacta, es
decir, nos dirían que dos hombres están emparentados por vía paterna, pero no
si son hermanos, padre e hijo, o abuelo y nieto».
Con todo, y a pesar de las explicaciones de Edwards, las
críticas sobre las pruebas genéticas realizadas al chal se han empezado a
escuchar entre los interesados en el misterio de Jack el Destripador.
Muchos, por ejemplo, han puesto en duda que puedan hallarse
restos de ADN en una prenda de vestir con más de 125 años de antigüedad.
En cambio, Gorostiza no está de acuerdo con dichos
ataques: «Por supuesto que es posible hallar restos orgánicos en una prenda
que no se haya lavado.
Las células permanecen en ese soporte y pueden
recuperarse. El ADN en determinadas condiciones puede conservarse y ser
utilizado para realizar un análisis.
Prendas de ropa que habitualmente se conservan en lugares
secos en los que no les da la luz son una buena base para obtener ADN en buenas
condiciones».
«Es posible
hallar restos orgánicos en una prenda que no se haya lavado»
A su vez, la experta señala que el protocolo para estudiar
los restos hallados en una prenda con tantos años a sus espaldas es similar al
que se utiliza cuando éstos no son tan antiguos.
«El proceso de análisis sería exactamente el mismo que
con una muestra fresca, a excepción de algunas precauciones a causa de la antigüedad y
características de la muestra.
Por ejemplo, una muestra antigua estará en unas
condiciones distintas a una muestra fresca; es importante tenerlo en cuenta a
la hora de realizar los distintos pasos del análisis de la misma con el fin de
optimizar los resultados», destaca Gorostiza.
La única salvedad es que las muestras más antiguas se
tratan con más precaución.
«Se toman precauciones para evitar contaminaciones (o
identificarlas en caso de que se produzcan) y se utilizan protocolos de trabajo
estandarizados.
Hemos de tener en cuenta que son muestras que deberían
considerarse críticas, pero los resultados podrían perfectamente ser
correctos.
De cualquier modo hay que considerar parámetros como no
procesar a la vez las muestras de los familiares a comparar con las muestras
críticas, por ejemplo, pero estas precauciones son ampliamente conocidas por
los laboratorios que trabajan en este ámbito», completa la doctora.
Los más desconfiados también afirman que es extraño que la
prenda no se haya lavado en los 125 años que han pasado desde el asesinato,
preservándose así las muestras de sangre y semen de Aaron Kosminski.
No obstante, y tal y como señala la Doctora, incluso
aunque se hubiera limpiado esta prenda sería posible –con un poco de
suerte- hallar restos genéticos del asesino en ella.
«En caso de
haberse lavado la prenda, los restos probablemente se habrían perdido»
«En caso de haberse lavado, los restos biológicos probablemente
se habrían perdido en su mayoría.
Podría llevarse a cabo la prueba y no obtener ningún
resultado, pero también hacerla y sí tenerlos.
Dependería de muchos factores, entre ellos de la
naturaleza de los restos, de la cantidad de material biológico que quedara en
la tela, del tipo de lavado y de secado, de si se hubiera puesto al sol o no,
etc. Son múltiples los factores que afectarían», afirma Gorostiza.
Por todo ello, la experta considera que las pruebas son
perfectamente válidas.
Eso sí, siempre que se hayan realizado de la forma en la
que han sido explicadas por la prensa: «En principio no tengo razones para
no creer en la veracidad de los resultados, pero desde luego, antes de
emitir una opinión o aceptar en su totalidad los análisis, tendría que
revisarlos. La única información que he recibido es la difundida por la prensa,
tanto nacional como internacional».
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