martes, 14 de octubre de 2014

Anne Ancelin Schutzenberger [parte 1°]

Anne Ancelin Schutzenberger  




Antigua resistente, tanto teórica como mujer de acción, abierta a todas las innovaciones, psicoanalista, analista de grupo – una de las primeras terapeutas que utilizó el psico-drama de Moreno en Francia – y profesora emérita de psicología en la universidad de Niza, donde dirigió durante más de veinte años el Laboratorio de psicología social y clínica, en otro tiempo colega de Jacques Lacan y de Françoise Dolto, se convirtió en una celebridad en el mundo entero cuando, habiendo ya comenzado la segunda mitad de su vida, publicó un libro que iba a convertirse en un best-seller: 

“¡Ay mis ancestros!” 


La psicogenalogía comprende numerosas teorías y escuelas de pensamiento.  

Pero es, sin duda, a la Dra Anne Ancelin-Schützenberger a quien debemos el impulso inicial de este enfoque, especialmente en la sociedad francesa. 

El hecho de trabajar durante mucho tiempo con enfermos aquejados de cáncer – especialmente con la ayuda del método Simonton, que permite reforzar el sistema inmunitario mediante visualizaciones positivas – hizo que empezara a descubrir en sus biografías extraños fenómenos de repetición, que hablaban de un fenómeno de identificación con personas queridas desaparecidas.  


Fue así como esta terapeuta inventó el método del “genosociograma” – una especie de árbol genealógico muy especial que priorizaba hechos extraordinarios y/o sobrecogedores y acontecimientos que podían causar una conmoción en bien o en mal, enfermedades, nacimientos, accidentes, casamientos, etc., poniendo de relieve, mediante un juego de gráficos, los lazos afectivos mayores.  

De esta manera, elaboró el concepto de “síndrome de aniversario”.

“Somos menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra familia”.  

Anne Ancelin Schutzenberger utilizó como método la «Terapia transgeneracional psicogenealógica contextual», cuya misión primera es estrechar el cerco de nuestras «lealtades invisibles» que nos obligan a «pagar las deudas» por nuestros ancestros, lo queramos o no, lo sepamos o no.

Como escribe en ¡Ay mis ancestros!: “La vida de cada uno de nosotros es una novela.  Vosotros, yo, vivimos prisioneros de una invisible tela de araña de la que también somos uno de los directores.  
Si enseñáramos a nuestro tercer oído, a nuestro tercer ojo, a comprender mejor, a oír, a ver estas repeticiones y estas coincidencias, la existencia de cada uno de nosotros sería más clara, más sensible a lo que somos, a lo que deberíamos ser".  

Anne Ancelin Schutzenberger, es psicoanalista, pero cuando recibe a un paciente, se interesa muy poco en su historia individual: le pide que le dé informaciones sobre la vida de sus ancestros.  
Le hace que escriba fechas.

Ella cuenta:
“En los años setenta, iba a analizar a domicilio a una joven sueca de treinta y cinco años que estaba desahuciada por el cáncer.
Los médicos acababan de amputarle una parte del pie y se preparaban, impotentes, a amputar todavía más. Ya que yo era psicoanalista, pedí a esta mujer que dejara libre su mente y me contara todo lo que pasaba por su cabeza.  
Como ya sabe, este ejercicio habría podido desarrollarse durante diez años.   
Había el retrato de una mujer joven en la pared del salón.  Mi paciente me dijo que se trataba de su madre, muerta de cáncer a la edad de treinta y cinco años.  
Y bueno, no sé por qué, ese día, esta doble coincidencia de edad y enfermedad me dejó estupefacta.
“De pronto tuve la impresión de que esta mujer se había programado para caer enferma a la misma edad en que su madre había muerto de cáncer”. 
Esta historia me recordó inmediatamente otra…  Me acordé de que un día mi hija me había dicho: ” ¿Te das cuenta mamá?, eres la mayor de dos niños y el segundo está muerto; papá es el mayor de dos hijos y el segundo está muerto; yo soy la mayor de dos hijos y el segundo está muerto”. Esto había sido una primera conmoción.

Esta vez, me dije que iba a verificar con otros pacientes lo que intuía respecto a esta mujer. 
Les pedí a todos que dibujaran su árbol genealógico y, si era posible, indicaran bajo el nombre de los ancestros los momentos más importantes de la historia familiar.  

Tuberculosis del abuelo, matrimonio de la madre, accidente de coche del padre.  
También les pedí que pusieran la edad y la fecha en las que se habían producido tales acontecimientos.  
Los árboles genealógicos me revelaron repeticiones asombrosas:  una familia en la que las mujeres, leucémicas, morían durante tres generaciones en el mes de mayo; una sucesión de cinco generaciones en la que las mujeres se volvían bulímicas a la edad de trece años; una genealogía en la que los hombres eran víctimas de un accidente de coche el día de la primera vuelta a clase de su primer hijo.Repetir los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar de nuestros ancestros es para nosotros una manera de honrarlos y de serles leales.

Esta lealtad es la que empuja a un estudiante a suspender un examen, con el deseo inconsciente de no estar por encima de su padre socialmente, o a seguir siendo fabricante de instrumentos de música de padre a hijo o, para las mujeres de una misma línea genealógica, casarse a los dieciocho años para dar a luz a tres hijos y, si es posible, niñas… 

A veces, esta lealtad sobrepasa los límites de lo verosímil:
¿Conoce la historia de la muerte del actor Brandon Lee?  
Le mataron durante un rodaje porque, des afortunadamente, alguien había dejado olvidada una bala en un revólver que debía estar cargado con balas de fogueo.
Ahora bien, justo veinte años antes de ese accidente, su padre, el famoso Bruce Lee, había muerto en pleno rodaje, de una hemorragia cerebral, durante una escena en la que debía interpretar el papel de un personaje muerto accidentalmente por un revólver que debería haber estado cargado con balas de fogueo...
¡Estamos literalmente impulsados por una poderosa e inconsciente fidelidad a nuestra historia familiar y tenemos una gran dificultad para inventar algo nuevo en la vida!

En algunas familias, vemos que se repite el síndrome de aniversario – en forma de enfermedades, muertes, abortos naturales o accidentes – en tres, cuatro, cinco o a veces ocho generaciones.  

Pero hay una razón más intrincada por la cual repetimos enfermedades, así como accidentes de nuestros ancestros.
Si tomamos cualquier árbol genealógico, vemos que está repleto de muertes violentas y adulterios, de anécdotas secretas, de bastardos y de alcohólicos.  
Estas son cosas que se ocultan, heridas secretas que no se quieren mostrar.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando, por vergüenza o por conveniencia, no hablamos del incesto, de una muerte sospechosa, de los fallos del abuelo?  

El silencio que se haga sobre un tío alcohólico, creará una zona de sombra en la memoria de un hijo de la familia, quien para colmar ese vacío y rellenar las lagunas, repetirá en su cuerpo o en su existencia el drama que se le intenta ocultar.
En una palabra, será alcohólico como su tío.



                                                                       En breve[parte 2°]


No hay comentarios:

Publicar un comentario